Eso que está fuera de las horas, de lo que digo a tiempo mío, relámpago de la forma por donde pasa el vacio y rompe una fotografía sin que nadie diga jamás nunca nada, sin la blanca justificación de la metáfora, sólo mordedura de ser, glándula y gesto, situación, avestruz zigzagueando una línea infinita de fuentes invisibles. De repente, lo digo sin que nadie me vea: La vida son dos mujeres mordiéndome los pies.
Y yo, aquí, no siento, observo, mastican, no tengo ni siquiera que existir para seguir sombroso en lo que veo.
Pero soy fiel, iniciado en la contemplación no madura, de sucio viento, de aleteos que pájaros gigantes confunden el cielo y yo encerrado en los pulmones, en el corazón, en los ojos, en el sexo de la nariz al pie.
Miento sin que me vibren los órganos.
Cierro los ojos y nada.
¿Dónde estoy?
Dentro, muy dentro, soy ese mismo espejo colgado en la pared, dócil, puerta abierta, hasta morir por dentro y salir en forma de suceso.
¡Qué sé yo!
Nací, estoy aquí, lo he olvidado todo, comen el ser que se hace vivible en el sexo y sólo nos queda la boca en esas palabras poco conocidas, la experiencia de ese infinito limite acariciándonos el cuerpo que se va a morir algún día, pero nadie lo quiere creer y viven, breves, soñadores, en lo que ya han sentido otros, el mismo, nadie, mutilados.
Mundo mío, acércame a lo que nunca han vivido, yo que tengo el cuerpo cicatrizado, coagulado en el habla, neblinoso en las carnicerías, imaginado a gritos, parto de la nube, el universo gira cuando éramos niños y olvidábamos hasta que el corazón no reconociera nuestros rostros.
¿Sólo nos quedan los espejos? Esa repetición, ese nacimiento sin coito, ese espasmo de realidad, experiencia de la muerte, entrevista de la nada, dibujo de la inmortalidad burlándose de los niños jugando con el sexo de sus madres.
Qué miren el cuerpo mojado al salir de los espejos ¡Qué miren el espejo carnívoro de sus bocas!, que miren el ser desconocido aferrándose a sus dientes y a toda la piel que rodean sus ojos, hasta morir, hasta lo invisible, hasta que mi cuerpo desaparezca en todo lo que se ve y que hablen, fundamentalmente que hablen, que sus voces se apoyen en el vacío como en nosotros y que encuentren su lugar en el mundo, sus significados, sus afirmaciones, sus sonidos cosa piel.
Carnación
Carnadura
Ideal apacible de los huesos.
Todo nos parece obvio en lo que vemos, nos hace actuales, nos pregunta y nos responde hasta que la poesía es presente y el mundo se detiene hasta donde llega la piel, desde la memoria hasta los pies, continúa hasta el silencio, gime… el cuerpo es lo único que se pierde.
Fotografía: casiuninstante.
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