martes, 5 de mayo de 2015

Sueño o sumisión

Desperté con el recuerdo de una pared blanca, húmeda y sin sombras de la casa. El aliento a insomnio, a mentira, y las palabras todavía en la cabeza, mudas de pensar, eran también paredes, muros, hueso, mordida, sonido de reja, noche, fechas, dinero, papeleo, demandas, escaleras, informes, cobros, más escaleras, pruebas, números, teléfonos, insultos, clientes, baños, pensamientos, pastillas, más dinero para el café, apelaciones, amenazas, sonrisas, sudor, cuentas, artículos y la maldita redacción de abogado al mediodía, todavía sobrio, inútil, hipócrita, profesional, despierto, monacal y fascista.
Vuelvo sobre mis parpados, doblo en la esquina Vargas cruce con Boyacá, espero, interrogo, imagino, escucho y respondo a un hombre de ojos negros sin pestañas ni cejas, sentado en una moto y de una delgadez homicida, moreno, pálido, de bigote tísico y labio gordo: Toma. Llámame. Estamos a tu orden.


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