Biografía
hasta las
11 de la mañana
La puerta estaba cerrada desde...
Siempre cierra la puerta de su habitación todas las noches después del último
baño del día mientras las gotas que caen por la espalda se evaporan de frío. Esas
gotas y la puerta cerrada, inaccesibles a la razón, cuentan la historia de ayer
que se podía ver hasta desde los sueños. Desperté. El tablón de madera y el
pomo de cobre abollado permanecían intactos, juntos, mezclados en soldaduras, clavos,
tornillos, bisagras e insectos que hacían las veces de miles de pequeños
corazones en lo profundo de cada sonido cuando tocan a la puerta. Pum-pum. El
piso cubierto de cerámicas negras y blancas tan perfectamente colocadas como en
un ajedrez, el frío en la planta de los pies y el hombre medio desnudo que se
levanta con una molestia en el cordón umbilical que está pegado al techo,
suceden uno a uno, atados por delgados hilos del tiempo que cuelgan del extraño
atractivo de las horas, tan delgados como el viento. ¿Qué pasa? –pregunto-. – La
muchacha no vendrá.
El lavamanos está roto y el
espejo me mira con esa cara de Goya que no me deja ni siquiera hablar solo.
Rubén, aféitate, -pienso-. La barba azul y verde parece una fuente rodeada de
arbolitos puesto por el alcalde nariz que ni siquiera respira cuando recibe
dinero a las afueras de los tribunales, mis ojos parecen dos heridas de niño
embarradas de café, ese cicatrizante que usaba mi madre cuando llegábamos de
los parques y las plazas que aparecen en esas fotografías que están debajo de
su cama.
El movimiento del frío ahora soy
yo. Es muy temprano todavía para salir a comprar el desayuno, apenas abre la
panadería y los gatos parecen la levadura que hincha la tristeza en esta parroquia
de 187 edificios; uno de esos edificios, amarillo y gris con las patas rosa de
paloma, en el cuarto piso, ventanas negras como en los carros lujosos, allí
está, medio dormido todavía como un hermoso suicida que antes de saltar se ha
prometido salvar a todos los arboles del mundo.
Se ha afeitado y tiene puesto el
alcanfor marca “Foca Feliz”, le rodea
el cuello como incienso o piel que vuela, el saco gris y el quinto mandamiento
puesto como una buena camisa que le cubre la espalda desde el fondo de las
entrañas hasta la madrugada siguiente quizás con un par de cervezas en la
cabeza. La uñas parejas. El cabello y la frente ahora con los ojos puestos en
el expediente número 234.3. . .
Demanda:
Daños y perjuicios.
El cerro se está quemando. ¿Por
qué no escribo sobre esto?, podría titularlo: Crónicas de la ceniza. Algo así como si la ceniza que viene lenta y
tibiamente del cerro fuese mi cámara de video. Cerro-fotografía, video-ceniza.
Enciendo el piloto automático: baja escaleras,
saluda con los ojos, sonríe, voltea, cruza la calle siempre debajo del árbol, al
llegar pide un café, cuenta las monedas en el bolsillo, mira si te han llamado
al celular, sube escaleras, ve a la izquierda, vuelve a mirar el nido de palomas
encima del aire acondicionado que gotea sobre papel periódico ya verde de
algas. Nuevamente las escaleras, el hombre que pide dinero para un cigarrillo,
el árbol y el regreso, la cerca, las llaves apretadas en la mano abre la misma
puerta de colores, los gatos cubiertos de harina, mis zapatos de cuero, el olor
a orinas y la conserje de labio leporino que barre o me persigue. Llamo al
ascensor, vuelvo sobre mis pasos como un conteo, pero con palabras: pasillo, manos,
uñas comidas, llaves, la cerradura, cierro, dura, cerro, ser. La puerta se
abre, sudo y sonrío.

2 comentarios:
Impecable.Perfecto!!!
Letras encendidas ;)
=) HUMO
Atrapa, y uno se queda con ganas de leer mas.
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