El Papel Literario, sin fuego y sin papel
Hoy pierde sentido tomarse un
café a las seis de la mañana mientras la misma mujer de todos los domingos a
esa hora te recuerda que “a veces El Papel Literario no viene”. Pero cuando
viene, el desayuno, esa mañana, es diferente, incluso la noche anterior cambia
de cuerpo. Hoy ya no puedo existir de esa manera.
Por ejemplo, hoy ya no puedo amanecer con
Ana Nuño en mis manos.
Por El Papel Literario leí (conocí,
volví a leer, olvidé, estudié, citaba, citaba y citaba) a Juan Liscano, Alejandro
Rossi, Kapuscinski, Tomas Eloy Martínez, Hanna Arenth, Ednodio Quintero, Dereck
Wallcot, Victoria de Stefano, Gesualdo Bufalino, Rafael Cadenas, Pocaterra, Castro
Leiva, Walter Benjamin, Víctor Bravo, Arístides Rojas, Danilo Kis, Eugenio
Montejo. Una vez leí sobre Carlos Monsiváis y compré uno de sus libros esa
misma tarde un sábado de 199...
Por El Papel Literario leí “Vida
y destino”, de Vasili Grossman. Y ahora, ahora que tengo todos estos libros, ya
no tengo un país del que hablar, ya no puedo criticar mi orgullo, o reír con
ternura, por tener todos aquellos recuerdos en Pampanito o en Maracay cuando le
hablaba a mis amigos estudiantes de literatura de la chaqueta de cuero que
lleva Julio Garmendia en esa fotografía donde aparece como un Chaplin a los 19
años, y que ese mismo muchacho había hecho lo que hizo Jorge Luis Borges pero en
1929. Cosas que uno sabía por El Papel Literario.
Ahora, sólo me queda la
memoria del asombro cotidiano cuando me entero que han asesinado a un muchacho
de mi edad por mirar a una mujer, o que un alcalde de provincia Venezuela siglo
XXI compra un hotel 4 estrellas en ciudad de Panamá. Sólo me queda este
cretinismo de no saber porque Laureano Márquez me hace reír.
Recuerdo
como si fuera ayer cuando Miguel Otero Silva, acompañado de la espalda de de… (¿Andrés
Eloy Blanco? La memoria venezolana ya no me suena), entraba en el cuartel San
Carlos, a visitar a Domingo Alberto Rangel, preso de la dictadura.
Sí
recuerdo muy bien lo que dijeron al despedirse. Domingo Alberto le dijo a Miguel
Otero:
— Miguel,
pon ese periódico al servicio del pueblo —.
— Domingo, El Nacional es una empresa privada.
— Domingo, El Nacional es una empresa privada.
¡Lo que uno leía en El Papel
Literario!
Y es que cuando uno veía la foto en su portada, Dostoievski parecía un joven escritor que promete.
Y es que cuando uno veía la foto en su portada, Dostoievski parecía un joven escritor que promete.
Esta mañana, de repente, me
dicen que El Papel Literario, el suplemento cultural de Venezuela, suspende su
impresión porque no hay dólares, no hay papel, no hay tinta, no hay voluntad,
no hay vida, ni años, ni recuerdos, ni orgullo, ni silencio, ni imaginación, ni
practica, ni café, ni harina, ni cine, ni pan. No hay novela ni cuento ni poema
ni libro de ensayos que pueda derrocar a este gobierno que ha logrado imponer la única
sensibilidad con la que miramos y contamos esta historia llamada indiferencia y
escasez. Después de repetirlo tanta veces, cinco o seis cubano-venezolanos, lo
han logrado: Somos apátridas, ya los recuerdos con los que uno lee a Mariano
Picón Salas, Mario Briceño Iragorry o Juan Vicente González, no valen ni el papel
de donde vinieron.
Si El Papel Literario
desaparece de mis manos, me pregunto, ¿Ricardo Piglia tenía razón? Es decir, ¿somos un país
marxista leninista robinsoneano zamorano bolivariano cubano chavista cristiano sin
papel, donde un escritor argentino (que no he leído), tiene la razón? Es decir,
sí, es cierto, es verdad lo que dicen, lo que podría decir cualquiera de
nosotros, los recuerdos son burgueses, conchas de mar, amaneramientos, homenajes
a un mundo que no existe, que nunca existió; que sí, que decir cualquier cosa
con ironía, interés personal y resentimiento es lo que realmente tiene valor en
un país que en setenta años mantuvo una publicación donde las mentes del siglo
XX y de fuego creador latinoamericano imprimieron sus primeras trazos a carboncillo en la
solemnidad de la tipografía sobre el papel. Pero no más.
Puedo escuchar la voz del big
brother: “Ustedes burgueses, no necesitan
el favor de los dineros del Estado para mantener sus vicios y sus nostalgias.
Esas ideas que nada tienen que ver con el pueblo, por europeas y norteamericanas,
no tienen ya vida ni destino en el futuro de la patria. Somos lo que somos, sin
sus recuerdos ”.
Y callamos, aceptamos, fingimos,
(¿se escuchan risas?). Y así empezamos a creer y a ver lo que han repetido
durante 14 años en horas de televisión: Somos derrochadores de petróleo, de
papel, de café y de pan.
¿Lo somos?
Ahora sólo nos queda escribir
y leer con esa misma ironía.
Yo, que vivo en Maracay y
tengo familia en Pampanito, recuerdo cuando tenía doce años, y no tenia celular,
y las computadoras me aburrían tanto como una máquina de escribir, pero leía El
Papel Literario, y todavía no podía ni siquiera imaginar que yo sería ese recuerdo,
pero triste por el silencio, por una dictadura, por los libros, por la memoria,
por el dinero, por las palabras, por la comida, por la historia, por este siglo,
sin fuego y sin papel.
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